Mahal Kita, asavakkit, suki desu, ninakupenda, asheghetam.
No importa que suenen con la música de lenguas lejanas.
Dw i'n dy garu di, te iubesc, gráím thú, jeg elsker deg, maite zaitut.
Son las palabras más hermosas que se pueden escuchar.
Ich liebe dich, t'estimo, je t'aime, I love you.
Te quiero.
jueves, 28 de julio de 2011
lunes, 25 de julio de 2011
16 - Dos clientes
Escogieron mi bar por casualidad, sin duda. Entraron poco antes de la hora de cierre. Uno era de mediana edad, alto, muy delgado, con la cabeza afeitada, vestido de manera informal pero elegante y con un ligero acento gallego. El otro era algo más joven y algo más bajo, también con ropa y reloj de marca exclusiva, pero con una voz y unos rasgos tan vulgares que ya no los recuerdo.
No fueron groseros, pero sí secos. Noté que estaban acostumbrados a que sus órdenes se obedecieran sin rechistar. Pidieron bebidas caras y se sentaron en la mesa más apartada de la barra. No suelo prestar atención a las conversaciones de mis clientes, pero ya no había nadie más en el bar, y ellos hablaban en un tono bastante alto, como si no les importase que les oyera. Hablaron de su hándicap de golf, de veleros, de mujeres y de negocios. Legales, aunque poco limpios. Por fin, después de un buen rato, el más alto pidió la cuenta. Mientras se la preparaba, oí al de los rasgos vulgares contarle a su amigo una anécdota. Cómo la hija adolescente de uno de sus arrendatarios, con lágrimas en los ojos, había aceptado acostarse con él para que no los desahuciara. Cómo, pese a ello, poco después los había «lanzado», como se dice en la jerga. Y cómo, al día siguiente, el padre se había ahorcado. «Vaya “pringao”», comentó el más alto. Los dos rieron con ganas.
La Policía lleva unos días rastreando la zona. Un agente acaba de preguntarme si los he visto. Pero no se le ha ocurrido buscarlos en el patio trasero de mi bar.
No fueron groseros, pero sí secos. Noté que estaban acostumbrados a que sus órdenes se obedecieran sin rechistar. Pidieron bebidas caras y se sentaron en la mesa más apartada de la barra. No suelo prestar atención a las conversaciones de mis clientes, pero ya no había nadie más en el bar, y ellos hablaban en un tono bastante alto, como si no les importase que les oyera. Hablaron de su hándicap de golf, de veleros, de mujeres y de negocios. Legales, aunque poco limpios. Por fin, después de un buen rato, el más alto pidió la cuenta. Mientras se la preparaba, oí al de los rasgos vulgares contarle a su amigo una anécdota. Cómo la hija adolescente de uno de sus arrendatarios, con lágrimas en los ojos, había aceptado acostarse con él para que no los desahuciara. Cómo, pese a ello, poco después los había «lanzado», como se dice en la jerga. Y cómo, al día siguiente, el padre se había ahorcado. «Vaya “pringao”», comentó el más alto. Los dos rieron con ganas.
La Policía lleva unos días rastreando la zona. Un agente acaba de preguntarme si los he visto. Pero no se le ha ocurrido buscarlos en el patio trasero de mi bar.
sábado, 23 de julio de 2011
15 - Curva peligrosa
viernes, 15 de julio de 2011
14 - La simulación
- Su simulación me parece muy interesante -le dijo el vocal del tribunal examinador al aspirante-. En especial el modelo físico.
- Pero tiene fallos importantes -intervino el secretario del tribunal, con tono severo-. Con el tiempo, acabará por colapsarse.
- Si me disculpa, no creo que eso llegue a ocurrir -dijo el aspirante, con poca convicción-. La simulación lleva tiempo funcionando con normalidad y evolucionando según sus propias leyes físicas. He introducido coeficientes correctores para las variables fundamentales...
- No para la entropía -le interrumpió el secretario, con expresión adusta-.
- Sólo he tenido siete días para programar...
La presidente del tribunal habló entonces con voz suave, pero autoritaria:
- Mis apreciados colegas y yo estamos de acuerdo en que la simulación está funcionando de manera aceptable, por el momento, pero tiene ciertas imperfecciones. Así pues, hemos decidido prorrogar el plazo de entrega, para que pueda usted corregirlas. Tiene usted siete días más, y le aconsejo que los aproveche.
El aspirante volvió cabizbajo a su casa. Le dolía admitirlo, pero sus examinadores tenían razón. No había más remedio que programar otra simulación desde cero, aprovechando la experiencia de la primera. No obstante, aquella había sido su primera creación, y sentía mucho afecto por ella, pese a todos sus fallos.
Se sentó frente al ordenador para cerrar la simulación, pero se detuvo. «La dejaré funcionando mientras programo la nueva», pensó, «por si acaso».
Arrancó el Programa de Creación, introdujo su contraseña «D1O5» y abrió un nuevo archivo: «Universo 2.0».
- Pero tiene fallos importantes -intervino el secretario del tribunal, con tono severo-. Con el tiempo, acabará por colapsarse.
- Si me disculpa, no creo que eso llegue a ocurrir -dijo el aspirante, con poca convicción-. La simulación lleva tiempo funcionando con normalidad y evolucionando según sus propias leyes físicas. He introducido coeficientes correctores para las variables fundamentales...
- No para la entropía -le interrumpió el secretario, con expresión adusta-.
- Sólo he tenido siete días para programar...
La presidente del tribunal habló entonces con voz suave, pero autoritaria:
- Mis apreciados colegas y yo estamos de acuerdo en que la simulación está funcionando de manera aceptable, por el momento, pero tiene ciertas imperfecciones. Así pues, hemos decidido prorrogar el plazo de entrega, para que pueda usted corregirlas. Tiene usted siete días más, y le aconsejo que los aproveche.
El aspirante volvió cabizbajo a su casa. Le dolía admitirlo, pero sus examinadores tenían razón. No había más remedio que programar otra simulación desde cero, aprovechando la experiencia de la primera. No obstante, aquella había sido su primera creación, y sentía mucho afecto por ella, pese a todos sus fallos.
Se sentó frente al ordenador para cerrar la simulación, pero se detuvo. «La dejaré funcionando mientras programo la nueva», pensó, «por si acaso».
Arrancó el Programa de Creación, introdujo su contraseña «D1O5» y abrió un nuevo archivo: «Universo 2.0».
13 - El dragón imposible
El fiero dragón dormitaba a la entrada de su cueva. De pronto, vio a un caballero de refulgente armadura que, a lomos de un brioso alazán, galopaba hacia él. Bramando y arrojando fuego por la boca, se dispuso a enfrentarse al osado.
- ¡Insensato! -gritó el caballero, al tiempo que detenía su montura-. ¿Acaso no sabes que, según las leyes de la Física y de la Biología, no puedes existir?
Avergonzado por su ignorancia, el dragón desapareció en la nada.
(Imagen: San Jorge y el Dragón; Gamla Stam, Estocolmo; junio de 2008)
domingo, 10 de julio de 2011
12 - Puesta al día
11 - Un hombre de provecho
10 - Redes sociales
Gracias a Twitter vivimos la edad de oro del aforismo; gracias a Facebook, la de la indiscreción; y gracias a Tuenti, la del exhibicionismo.
viernes, 8 de julio de 2011
9 - La pregunta
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